Muchas veces cuando me siento a escribir un texto, cualquiera que fuere, ocurre que mientras estoy en la elaboración del mismo, me detengo para agradecer la maravillosa invención del computador, que, felizmente, he alcanzado a conocer y ocupar.
¡Cuánta facilidad para releer, borrar, cambiar, recomenzar, etc., y con qué rapidez! Agrego a esto la posibilidad de acceder a través de internet, a la consultación del significado de cualquier concepto en la página de la Real Academia de la Lengua, y obtenerlo de forma prácticamente inmediata, sin siquiera sentirme obligada a abandonar el escritorio donde estoy trabajando.
¡Qué inimaginable para cuando siendo jóvenes y estando en casa, teníamos que acudir hasta el lugar donde se guardaba el diccionario familiar, y debíamos comenzar pacientemente a ubicar una palabra, y ni soñar que este pudiese ser el de la Rae! ¡Qué fantástico para los que siendo estudiantes debíamos valernos de los préstamos de libros desde la biblioteca y así poder elaborar nuestros trabajos escolares, indagar sobre diferentes temas, o disfrutar de la literatura, en otros.
Y ahora, todo lo tenemos ahí, al alcance de un click, incluyendo música, vídeos, cine, libros, programas de radio, televisión, etc. ¡Ah! Me olvidaba mencionar, que además tenemos la posibilidad de publicar nuestros escritos en diferentes espacios, como este blog, por ejemplo.
¡Simplemente fabulosa la disponibilidad de medios al alcance de la gran mayoría de las personas!
Cuando releo poemas viejos encuentro unos cuantos que denotan el uso del lápiz y el papel, como el que transcribo a continuación.
Albo espacio, tú serás
Blanco, albo espacio:
tú me invitas.
Estás aquí,
quieto, manso,
ilimitado, puro.
Heme aquí ahora
derramada
en la suave textura
de tu piel.
Apretada a ti
vuelo traviesa y rápida,
vestida de golondrina
abriendo
pesadas compuertas,
serpenteando
fresca y generosa
por tu vera,
para entornar los ojos
y gozar en el infinito
de mis sueños,
más allá de todo tiempo,
de toda materia.
¡Para ser mujer,
a voces,
por doquier!
Para besar suave,
urgente,
frenética o ausente,
cada blanco espacio
con mis huellas.
Para surcar las páginas
con mis ecos,
para trascender
por entre
el apretado puño
sosteniendo el lápiz.
Para sacudir mis delirios,
brincar con mis locuras,
tirar los miedos,
para que seas
la hollada vereda
que serena
mis plantas crispadas,
para que seas
la buena montaña
devolviendo mis cantos,
el cielo vasto, vasto,
tendiéndome sus brazos.