Una tarde, las moscas miraban asombradas a una libélula azul que subía, bajaba, danzaba, grácil, etérea, mágica. Entonces, perdiendo el miedo, se ubicaron detrás, copiando sus giros encantados.
Más insectos fueron sumándose: abejas, moscardones y mariposas formaron un alegre grupo multicolor de danzarinas alas.
Entusiasmados los zorzales, tordos y pitíos, trinaban observándolos.
El concierto era un canto a la alegría que la libébula regalaba.
De pronto, se detuvo diciendo:
_ Debo ir a poner mis huevecillos. ¡Gracias por acompañarme! Recuerden siempre: aunque seamos diferentes podemos vivir en armonía compartiendo la luz, el aire y el espacio; sólo hay que intentarlo.
(Breve historia en cien palabras para ejercitar lectura y comprensión en niños de entre siete a ocho años.)