Las horas de este día se deslizan lentas y cálidas bajo un límpido cielo azul. La brisa ha venido a extender sus alados brazos para refrescar las superficies que súbitamente encuentra en su desordenado baile de verano.
Domingo de ocios, de horarios abandonados, mientras descansa la vista observando el vaivén de las copas de los árboles, que apretujadas se entrecruzan y sacuden, como plumeros colosales. Y, a la sombra, se arropa mi piel intentando guardarse el calorcillo generoso para recordarlo mucho más tarde, cuando el invierno se instale.
Suave y lento, las horas del estival domingo continúan su marcha de paz y holganza.
No sé que les pasa a los domingos, pero yo casi siempre tengo más trabajo ufffff. Besos a tu corazón.
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Pues no creas que eres la única, solo que obvié esa parte y aproveché el momento en que de tanto jugar mi nieto se quedó dormido; entonces tuve tiempo para sentir el día.
Besos también para ti, Marimar!
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Con tus letras hasta los domingos parecen agradables. Besotes.
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Hasta el mediodía eran lindos los domingos, cuando trabajaba; después la cercanía del lunes los volvían inquietantes. Ahora los disfruto más, pero muchas veces termino más que cansada, luego de despedir a todos aquellos que han venido de visita…
Un abrazo grande, Ana.
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Y tanta paz lleven como descanso dejan, ¿verdad? Un besote
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