Pequeño, joven, enteco, de dudoso pedigrí; pero más que todo, solitario. Quizás si en busca de un par, de un amigo, o tan sólo de un pequeño bocado. Se atrevió a ingresar al lugar para observar desde lejos la presencia de los cánidos celadores del espacio que acababa de descubrir. Éstos, al divisarlo, le ladraron furiosamente, manifestando el desagrado por la osada invasión.
Ignorando el tenor de la advertencia avanzó otro trecho poniendo cara de buen amigo, inclinando su oscura cabeza con las orejas dispuestas en señal de amistad. Pero nada bastó.
De pronto vio venir en recta carrera a uno de ellos y optó por retroceder. Luego, volvió sobre sus pasos, se armó de valor y también ladró. Se cruzaron fuertes y tensas las miradas. Aún sintiendo su feble posición y la indefensión de su cuerpo magro, se mantuvo firme y enérgico. Quizá si fue la justa y suficiente actitud para desmoronar y desvanecer la furia del atacante, que comprendiéndolo volvió al lugar de donde había partido.
Así, entonces, decidió permanecer unas cuantas horas en constante observación del acontecer, deseando oír un saludo de amistad o una invitación para allegarse más.
Finalmente nada ocurrió. Las sombras alargadas anunciaron la presencia de la tarde, y silenciosamente, tal como había llegado, retomó la senda que lo llevó hasta allí.
Nadie lo extrañó, nadie se preguntó dónde estaba, pero también nadie lo acogió, y hubo de volver con el mismo desasosiego, con la misma sed de compañía y las tripas vacías, para seguir sobreviviendo en su soledad.
De tanto en tanto, en el trocito de campo donde vivo, aparecen individuos errantes de diferentes especies, que pueden ser animales grandes o pequeños, aves, etc. En una oportunidad, recuerdo la figura de un perro negro que, sin acercarse demasiado, concitó mi atención y me llevó a escribir el texto que acaban de leer.
Imagen tomada de internet.
Una de mis perras era de la calle. Tantas veces pasaba por la puerta, buscaba la atención de mis hijos, que finalmente formó parte de la familia. Esos perros son muy agradecidos.
Muy buen relato que me trajo recuerdos.
Un abrazo Sari!
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Y lindos recuerdos. ¡Qué bonito que la hayan acogido! Tenemos cuatro aquí y ya me parece demasiado. Más la gata con sus cinco pequeñines. El espacio es grande, pero son un lastre que no nos permiten ausentarnos por más de un día.
¡Un abrazo grande, Claudia! 😊😊😊
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Que dulce Sarita…Un abrazo desde lo más profundo de mi corazón
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¡Karem, eres muy amorosa!
¡Besos! 😘 😘 😘
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😍
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Me hiciste recordar tantas historias de mis perros… uno que me encontré herido en una curva. Otro abandonado por los cazadores, un galgo precioso que me esperaba todas las noches junto al coche… etc. etc. Y roco, que no necesita hablar para entender todo lo que me dice. Me encantan estos animales y me duelen cuando los veo abandonados, no lo soporto… Mi abrazo.
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Es muy común aquí en el campo encontrarse con perros abandonados por las personas de la ciudad. Finalmente, es tanta su necesidad de alimentación, que forman manadas y se convierten en un peligro para los animales de corral, causando estragos entre las ovejas o gallinas de los campesinos que poseen pequeños predios. Los denominan como asilvestrados.
Los perros son una leal y gran compañía. Nunca temo permanecer sola, porque los tengo a ellos. ¡Bien por tus sentidos recuerdos, y tu gran afecto por ellos, Julie!
¡Un gran abrazo! 😊 😊 😊
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Pobres animalitos, yo adopté un perro hace dos meses, ojalá y pudiera tener más, pero la vida no me lo permite, si pudiera tendría un hogar para ellos en mi casa, me dan una pena tan grande que me parte el alma. Besos a tu lindo corazón.
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¡Mima mucho al que tienes Marimar! Ojalá todas las personas los consideraran de la misma forma que tú lo haces.
¡Besos y un lindo fin de semana! 😊😊😊
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Qué tristeza me ha dado, no soporto ver el abandono de los perritos. Pero es una realidad que no podemos negar.
Un abrazo amiga. 🌹🌹🌹🌹
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Y es una realidad en muchas partes. Lo de humano,nos llega hasta por ahí, nomás.
¡Un abrazo grande, Patricia!
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Uf, sari, se me ponen los pelos de punta. Uno de mis perrillos apareció en casa de forma «milagrosa». Recuerdo que llevaba uno de esos pantalones de «pata de elefante» en los que cabe un autobús en cada pierna y que, por algún motivo, ese día me costaba algo más caminar. Al cabo de un tiempo descubrí la causa, llevaba metido bajo la pernera un perrito, una bolita de nada. Se había escondido allí y caminaba al mismo paso que yo. Si yo me paraba, él se detenía; si yo caminaba, el también apuraba el paso. Le llamamos Botón por el tamaño y aquí sigue con nosotros… Un texto chulísimo, sari.
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¡Qué singular forma de irrumpir en tu vida, tuvo ese simpático «Botón». Y tu comentario, me recuerda que también usé pantalones «pata de elefante»… Recuerdo uno con un estampado con alguna semejanza con la bandera de EEUU,.., ¡ja,ja,ja! La juventud nos animaba a estar «in». Ahora, sólo me preocupo de estar cómoda y desvivirme por la facha no está en mis prioridades, carece de importancia.
¡Un abrazo grande, Dis!
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Pobre perrete! Qué lástima 😢
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😥😥😥😥😥
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Qué bonita historia la de Botón. Y la «pata de elefante» volverá!
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¡De haber sabido los habría guardado! Claro que «la percha» ha ido cambiando…
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Yo te veo estupenda!
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Pasando ligero…, ¡ja,ja,ja!
¡Cuánta bondad! ¡Gracias!
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Precioso!! Vinieron desde lo más profundo de mis recuerdos imágenes muy similares cuando vivía en la aldea con mis padres. Muchos de aquellos animales mal tratados y abandonados encontraron un hogar con nosotros. De hecho, uno de ellos es el protagonista de mi relato titulado ¡QUE VIDA MÁS PERRA!
Un abrazo
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También tengo una historia con uno que adoptamos, pero triste. Era alegre, juguetón, inquieto y eternamente agradecido. Sin embargo, por su vida errante, se había acostumbrado a robar huevos y en cuanto podía volvía a las andadas. En una oportunidad, alarmada por su ausencia, lo encontré sin vida junto a la cerca de la casa. Le habían disparado. ¡Fue un doloroso hallazgo! Más terrible fue después, sentir la pena de mi nieto, que lo adoraba.
Buscaré tu relato.
¡Abrazos! 😊 😊 😊
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Mi recuerdo y mi relato también es triste.
Un abrazo
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😥😢
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Vaya! que penita! Ver a un pobre animalito así, abandonado, me produce mucha tristeza. Casi tanta como ver a una persona en la misma situación… 😐
Saluditos de domingo Sari!
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¡Gracias, Littlecat!
¡Un abrazo grande! 😊 😊 😊
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Me ha gustado mucho tu texto. Toda mirada abandonada supone compasión y merece ayuda. Gracias y buen día.
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¡Gracias Isabel! Concuerdo con tu apreciación.
¡Un abrazo! 😊
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¡Que bella eres Sari!
Es triste ver animalitos errantes y desnutridos, cuando los miro a los ojos llenos de dolor me da una lástima inmensa.
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¡Qué culpa tienen!? Su triste vivir es justamente consecuencia del comportamiento de las personas. Además de darnos pena, nos recuerdan lo irresponsable que podemos llegar a ser.
¡Abrazos! 😊 😊 😊
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