El sueño de Chis

 

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_¿Qué te sucede, Chis? _preguntó la profesora de los pequeños caracoles. Dije que podían marcharse. Mira, tus compañeros ya se han ido; pero parece que nada has oído.

_¡Oh, disculpe! _dijo el pequeño.

Chis parpadeó varias veces. Luego, levantó sus desanimadas antenas lo más rápido que pudo y comenzó a desplazarse dejando una delgada línea plateada sobre el camino. Parecía como si su casa pesara más de lo acostumbrado.

A lo lejos divisó la figura de su madre esperándolo en la entrada de su casa, girando sus antenas hacia todos lados, buscándolo. Ella no debe saber que me retrasé por estar soñando -pensó.                                                                                     

_¡Hola Chis! Has tardado un poco, me tenías preocupada.

_¡Hola madre! Sucede que caminé más lento que de costumbre…

La abrazó  y entró.

Mamá tenía sobre la mesa un gran plato con tiernas hojas de lechuga y acelgas para él, junto a un vaso con jugo de repollo. Chis dejó su mochila sobre el escritorio; enseguida lavó su cara y manos. Luego, sentado a la mesa, comió y bebió todo con muchas ganas.

_¡Qué buena eres, madre! Estaba todo delicioso. Dime, ¿quieres que te acompañe cuando vayas de compras? ¿O prefieres que ordene la casa mientras tú sales?

Mamá lo abrazó y le dijo que primero se entretuviera con sus juegos para que después hiciera sus tareas, mientras ella iba de visita a la casa de su amiga Babulina.

Babulina, la mejor amiga de su madre, era una gran babosa anciana que ya no podía arrastrar su cuerpo para salir en busca de comida. La madre de Chis la visitaba cada noche para darle ánimo, abrazarla y llevarle alimento.

Chis descubrió que la comida lo había llenado de energía. ¡Otro día jugaría!

Primero ordenó la cocina, luego los dormitorios, el comedor y los baños. Puso a hervir unas hojas de eucalipto con otras de romero y unas cáscaras de naranja. Así, toda la casa quedó perfumada. Buscó sus cuadernos, escribió las cinco palabras que comenzaban con «p» y escribió tres oraciones. Las leyó hasta lograr decirlas con rapidez.

Después se ubicó junto a la entrada mirando al cielo. Esperaba ver a su amiga Libelusa para que cumpliera con lo prometido. ¡Sí; eso era lo que le quitaba el sueño y lo ponía distraído! ¡Libelusa le enseñaría a volar! Ya no más arrastrarse con una casa a cuestas, ya no más estirar el cuello  mirando a todos hacia arriba.

De pronto, apareció ella. Enorme, veloz, de movimientos graciosos, sus transparentes alas tornasoladas brillaban con los rayos de la luna. Se posó sobre una piedrecilla junto a él y lo miró con sus enormes ojos oscuros, de largas pestañas.

_Amigo, ¿estás solo? Ha llegado el momento de enseñarte a volar. Pero para eso, tendremos que ir hasta aquellos árboles. En su tronco viven unas amigas muy especiales, que se preparan para casarse en el verano.

_Espera un segundo. Dejaré un mensaje para mamá. Chis escribió sobre una  hoja seca:

Mamita: ¡Vuelvo pronto! No te preocupes por mí.

Un beso grandote para ti, Chis.

Libelusa asió a Chis de su caparazón alzándolo muy rápido por el aire, hasta bajar y quedar junto a él, sobre unas piedras.

_¡Amigas luciérnagas, vengan! _gritó ella. Y Chis vio llegar unos pequeños insectos parecidos a una oruga, que subieron por su cola y se quedaron ahí, sobre su cuerpo, bajo el caparazón.

_¡Ellas no tienen alas! _dijo asustado Chis, pues comenzó a sentir en su piel húmeda la boca de ellas.

_¡No te preocupes! Ellas te traspasarán un jugo muy especial que te volverá muy liviano y convertirá tu caparazón en unas alas tan bellas como las mías.

_Está bien _suspiró, y se quedó muy quieto.

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Comenzó a sentirse extraño. Era como si hubiese jugado tres partidos de fútbol de un tirón, y sus antenas, sus párpados, todo su cuerpo comenzaba a adormecerse. Quiso preguntar cuánto tiempo llevaría aquel proceso y no pudo. Quiso gritar para decirle a su madre que estaba ahí y su boca no se abrió.

Tampoco oyó cuando Libelusa se despidió de sus amigas luciérnagas diciéndoles que estuvieran tranquilas. Nadie las molestaría y tendrían alimento para varios días. Que estaba muy feliz, porque así agradecía a quienes un día la rescataron del agua del arroyo.

Mientras, allá lejos, la mamá de Chis se paseaba fuera de su casa con el ceño fruncido. Sus antenas intuían que su hijito estaba en peligro. Le pidió ayuda a un escarabajo para subirse sobre él, volar y buscarlo rápidamente.

Pronto divisaron al inmóvil caracolito con sus antenas caídas y los ojos cerrados. Llegaron donde estaba y descubrieron que tres insectos mantenían sus bocas sobre él. Mamá caracol se desesperó y comenzó a llorar. El escarabajo con sus fuertes brazos los apartó y remeció el cuerpo de Chis. Este apenas si movió los párpados.

Entonces, la madre, frenéticamente cortó unas hojas olorosas por aquí y otras por allá. Luego le pidió al señor escarabajo que retorciera fuertemente el atado de hojas y ese jugo verde y fresco fue entrando poco a poco en la entreabierta boca de Chis. Al cabo de un buen rato, abrió los ojos.

_¡Madre! _gritó. ¡Abrázame, quiero sentirte junto a mí!

_¡Ayúdame; necesito moverme!

_¡Hijo querido! Hemos llegado a tiempo. Si tardamos un poco más las luciérnagas habrían terminado de inocularte su fluido paralizador para convertir tu cuerpo en una especie de papilla, y luego alimentarse de él. ¡Debí prevenirte! Pero, ¿cómo llegaste hasta acá?

_¡Ay, madre! Mi amiga Libelusa me trajo con la promesa de hacer realidad mi sueño de volar. Dijo que sus amigas me ayudarían a lograrlo.

_¡No puedes llamar amiga a quien te hace daño, hijo! Un caracol jamás podría volar. Debes aceptarte tal como eres. Sigue estudiando y siendo generoso, alegre, divertido, cariñoso, amistoso. Ya verás que siempre te sentirás feliz, y yo estaré siempre orgullosa de ti.

_Lo he comprendido, madre. Debí confiar primero en ti. No volverá a ocurrir.

El fiel y generoso escarabajo los trajo de vuelta a casa. Mamá bañó a Chis, le sirvió leche con miel, lo arropó y cuidó hasta que se quedó dormido.

Más tarde, fue a la casa de Babulina para contarle todo y llorar abrazada a ella. Regresó muy pronto para mirar el plácido sueño de su caracolito y se acostó junto a él.

Lo que no supo ella fue que Babulina, para no preocuparla, no le contó que las luciérnagas seguirían intentando una y otra vez, encontrar a Chis. Entonces, ella, que casi ya no veía y apenas se desplazaba, pensó que el mejor regalo para su amiga sería ir al encuentro de esas ávidas criaturas. Estaba ya tan vieja, tan sola, que nadie la extrañaría y su amiga sería capaz de comprenderlo.

Lenta, muy lentamente, desde medianoche hasta el amanecer, con gran fuerza de voluntad, arrastró su enorme cuerpo hasta llegar cerca de los árboles. El esfuerzo fue demasiado… Quedó exhausta recostada entre unas piedras. No sintió siquiera que unos insectos alargados y sin alas caminaron sobre su piel húmeda y gastada, para morderla e inyectarle su fluido paralizante. En su sueño sólo veía sonreír a Chis abrazado a su madre, quien lo acariciaba suave y dulcemente con sus húmedas antenas.

Hace mucho, indagando sobre las luciérnagas surgió este cuento y,  la verdad, no recuerdo si ya lo había publicado (aunque dicen que lo que abunda no daña.) Pero si ha sido así, más de alguien no lo habrá leído, ¿verdad?

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34 comentarios en “El sueño de Chis

    1. ¡Qué alegría que te haya gustado, Carlos! En realidad, Babulina se convierte en heroína, ofrendando su vida a cambio de ver feliz a su amiga. ¡Gracias Carlos por leerme y comentar! Espero pronto ponerme al día con la lectura de entradas.
      Un agradable domingo por aquí, siempre que no se esté a pleno sol. Ojalá también hayas podido descansar y disfrutar.
      ¡Un gran abrazo!

      Le gusta a 1 persona

    1. ¡Gracias, Julie! Cuando mi objetivo es llegar a los niños, me cuesta mucho crear una historia sin entregar algún mensaje… Seguramente como consecuencia de mi profesión, aunque ya no ejerza.
      Ojalá hayas podido descansar y disfrutar de este domingo, también.
      ¡Un fuerte abrazo!

      Le gusta a 1 persona

    1. Lo busqué y no apareció; así que me vino como anillo al dedo, después de la entrada sobre las luciérnagas. ¡Si, que es alentador ser un soñador!; pero esta vez Chis, quizás por su inmadurez, no estaba aceptando su realidad. La lección no la olvidará. Me gusta cuando mencionas lo del «toque personal», ¡gracias, Lidia!
      ¡Un abrazo grande, grande!

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  1. Un cuento muy bonito. Con muchas enseñanzas que nos da la vida cada día. Hay que mantenerse con los pies en la tierra y ser feliz con lo que somos y tenemos, el querer conseguir algo inalcanzable lo único que nos suele provocar es desilusión y tristeza.
    Tienes un don especial para contar historias, Saricarmen, da gusto leerte.
    Un gran abrazo.

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    1. Entretenerse y además aprender, es una gran posibilidad que los cuentos nos regalan; sustraerme a ella me resulta difícil. ¡Qué bueno que te ha gustado, Marimar! Deseo estés muy bien, a pesar del frío y lo duro de tu trabajo, aunque sé que siempre pones tu fuerza y corazón en todo lo que haces.
      ¡Un fuerte abrazo! 😊 😊 😊

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    1. ¡Gracias Note ! No sientas culpa, me ocurre lo mismo. Cómo quisiera disponer de mayor tiempo para dedicarlo a la lectura y creación ; pero también hay que alimentar el cuerpo, ordenar el entorno, asear, etc.
      ¡Me alegra que te haya gustado el cuento!
      ¡Un gran abrazo lleno de afecto! 😊 😊 😊

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