Oda a la manzana

 

manzana-verde

En esta semana, el día 23, se cumplieron cuarenta y cinco años desde la muerte de Pablo Neruda. Entonces, lo mismo que brotes en los árboles, resurgió en mí el deseo de releer algunos de sus poemas, los que ahora comparto. Ojalá les gusten.

Oda a la manzana

A ti, manzana, 
quiero
celebrarte 
llenándome 
con tu nombre 
la boca, 
comiéndote. 

Siempre
eres nueva como nada 
o nadie, 
siempre
recién caída 
del Paraíso:
plena 
y pura 
mejilla arrebolada 
de la aurora!
Qué difíciles 
son
comparados 
contigo 
los frutos de la tierra, 
las celulares uvas, 
los mangos 
tenebrosos, 
las huesudas 
ciruelas, los higos 
submarinos:
tú eres pomada pura, 
pan fragante, 
queso
de la vegetación.

Cuando mordemos 
tu redonda inocencia 
volvemos
por un instante 
a ser
también recién creadas criaturas:
aún tenemos algo de manzana.

Yo quiero 
una abundancia 
total, la multiplicación 
de tu familia, 
quiero
una ciudad, 
una república, 
un río Mississipi 
de manzanas, 
y en sus orillas
quiero ver 
a toda 
la población 
del mundo 
unida, reunida, 
en el acto más simple de la tierra:
mordiendo una manzana.

 

La poesía

Y fue a esa edad… Llegó la poesía a buscarme. 
No sé, no sé de dónde salió, 
de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.

Yo no sabía qué decir, mi boca no sabía nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo, pura tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto el cielo desgranado
y abierto, planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.

Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío constelado,
a semejanza, a imagen del misterio,
me sentí parte pura del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.

(de “Memorial de Isla Negra”, 1964)  

Barrio sin luz

¿Se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
Ayer -mirando el último crepúsculo-
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.

Las ciudades -hollines y venganzas-,
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.

Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
podre de hastíos y de lágrimas.

Un río abraza el arrabal
como una mano helada que tienta en las tinieblas:
sobre sus aguas se avergüenzan
de verse las estrellas.

Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.

Lejos… la bruma de las olvidanzas
-humos espesos, tajamares rotos-,
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.

Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.

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14 comentarios en “Oda a la manzana

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