
Los hombres que violaban con la mirada.
Se sube la falda mientras su dignidad cae a la altura del suelo.
Martha se encuentra encarcelada por una tela ceñida que marca cada milímetro del contorno de su silueta.
Tras su paso, las miradas se vuelven, atravesando el algodón con perversión. Las risas y comentarios llegan a oídos de la joven que se siente inferior y gobernada por las miradas indeseadas a quien no ha abierto ni el pensamiento.
Camina cabizbaja, con la mirada apagada, cómo si bajo sus pies sus tacones se hubiesen convertido en clavos que le perforan el corazón a cada paso, mide cada movimiento con temor, quiere liberarse de su cuerpo.
No quiere ser víctima de miradas.
Querría vestir una cómoda camisa y pantalones y cargar a su espalda una mochila llena de libros. Querría ser libre y soñar con el alma.
Sin embargo…