Los días siguen yéndose como hojas de otoño a merced del viento. Me dejo llevar, siento que la vida es una embarcación pero ya no tengo los mismos deseos de remar. Sigo agradecida por cada soplo de aire inspirado, por las grandes y pequeñas maravillas de la naturaleza, por las situaciones inesperadas que muchas veces aceleran el viaje o paralizan o dejan en pausa, regalando horas para pensar. Y me sorprende mucho todo lo que veo, me esfuerzo y logro asirme a la vertiginosa red socio comunicativa actual. Cambios y más cambios, nunca terminarán, siempre se querrá más y mejor. Sin embargo seguimos siendo personas formando parte de un todo maravilloso, único, exacto e inigualable, cuyo origen y poderoso sustento es el amor. No me refiero al sentimiento circunscrito a dos personas, sino al amor que nos induce al respeto hacia otros, a la naturaleza, a todo lo que existe, porque somos uno más. Si pudiésemos llegar a lograr convertirnos en amor, creo que saborearíamos la felicidad.
Amigos, llevo mucho sin asomarme al blog por distintas circunstancias. Por supuesto, hubiese querido que no fuere así, pues este espacio esponja mi alma (¿no será necesidad del mezquino ego?). Pero bueno, hoy he podido estar. ¿Cuándo más? No lo sé.
¡Un enorme y afectuoso abrazo para todos!