Todo se acaba

Por más que me esfuerzo no logro recordar exactamente cuándo fue que llegaste a mí. Quizás si ha sido demasiado el tiempo transcurrido y ante la arrolladora fuerza de los sentimientos no lo percibí.

Sin embargo, está muy clara la primera vez que te tuve entre mis brazos. En ese momento no había espacio ni motivo para preguntarme por cuánto tiempo continuarías conmigo.

Ahora, como supondrás,  soy incapaz de calcular cuántos fueron esos íntimos momentos de comunión sintiendo el roce suave y acogedor de tu piel en la mía.

Estuviste siempre ahí, muy cerca, como adivinando los sentimientos que en mí provocabas: dispuesta, amorosa, cálida, acogedora, y por eso te preferí.

A mis ojos eras diferente, tenías algo especial que no lograba dilucidar, pero que me instaba a  buscar la fórmula perfecta para estar contigo una y otra vez, sin cansarme ni sentir el paso del tiempo.

¡Qué doloroso ha sido descubrir esas pequeñas señales que saben a fin!

Reconozco que en un comienzo las ignoré, me negué a aceptarlas; pero ahora se han vuelto tan evidentes, que se me eriza la piel de tan sólo pensar en tu próximo abandono.

No lo esperaba, me ha costado asumirlo. Bien lo sabes, siempre te he amado;  te amo.

En el último encuentro fuiste muy directa, la evidencia fue tanta, que me rendí. Me dejarás, estás exhausta…(¿o harta?)

Entonces, silenciosamente mis ojos suplicaron un último encuentro para estrecharnos en perfecta calma y sintonía -pensé; aunque no fui capaz de mirarte a la cara para advertirte que sería el final.

La herida dolía.

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Me vestí pausadamente sintiéndote permanentemente adherida a mí…, eran las escamas de tu piel que se resistían a abandonarme…-eso creí, cuando las despegué.

Veo, que en un último intento por evitar la partida te has quedado al alcance de mis ojos, pero estoy cierta que ya no habrá un mañana. Y por mucho que duela, será mejor no verte.

La vida nos regala disímiles momentos. Luego de vivirlos, todo pasa. Ahora no me resta nada más que ser práctica (capaz que el sentimentalismo origine cáncer, ¡nunca se sabe!).

El sueño insiste en bajar mis párpados cuando termino de escribir estas líneas.

Antes, temiendo un olvido, agrego al final de mi lista de pendientes: comprar toalla de baño.

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