El viento atropella todo a su paso originando vítores entre las frondas de los árboles; ellas son las rompientes donde se estrellan sus desordenados abrazos provocando sonidos de cascadas inexistentes; las hojas tiemblan y/o aplauden con un sonido de tarde fresca paseando entre sus ramas. Tan de súbito como arremete enmudece el coro de sus voces verdes, por unos segundos quedan en suspenso y sin alcanzar a ordenarse nuevamente danzan, saltan, se asustan, ríen, se abrazan y suena a río turbulento el paso del aire.
Respiro profundo bajo la sombra, mis ojos se recrean en ese divertido bullicio que le roba sonrisas a mi alma.
No supe cuándo ni cómo dejé de percibirlos…
Ahora despierto… Está todo en calma.
Queridos amigos, ya estamos en un nuevo año, ¡diantres! ¡Tantos que he visto llegar en más de sesenta años…! Pero bueno, ¡ni modo de hacerles el quite! Lo mejor es que todos vienen teñidos de esperanza, de ilusión, y es la misma que deseo para cada uno de ustedes. ¡Son una maravillosa comunidad y agradezco desde lo más profundo su cercanía y amistad! Aún cuando, como ahora, no pueda estar tan presente en el blog para leer y comentar como quisiera; pero el afecto está y se conserva y los quiero mucho a todos.
¡Un abrazo grande, grande, para cada uno, con mis mejores deseos de paz y unidad por un mundo más humano y mejor!