¿Siente la tierra oscurecida de lluvias la fuerza del músculo impulsando la herramienta que la horada?
¿Percibe que la observan, remueven, vuelcan, recorren, amasan?
¿Acepta todo silenciosamente mientras sus poros de aire fresco se sacian; el sol la acaricia y acoge las simientes o la energía sinuosa de las raíces escondidas?
Los heraldos de la nueva estación llegan aupados en los rayos cálidos del sol y ella siente, percibe, acepta, permite, infinitamente dispuesta: dócil, blanda, generosa, sin puertas.
Toda corazón, toda ternura, toda madre, para dar paso a la vida que en cada primavera despierta.