No soy un robot, me lo hizo notar este año. Me estrelló y quedé dando unas cuántas vueltas de campana. Sin embargo espanté el miedo, recordé que junto con nacer también venía mi boleto de término, nada más natural. Pero debo reconocer que me sacó de lo habitual; me regaló incertidumbre, desazón; me sacó de mi zona cómoda; formó una bola con los hilos que tejen las palabras y ahí quedaron prisioneras; por más que deseo plasmar emociones, no me deja rescatarlas.
Pero sigo aquí, a mi alrededor todo continúa viviendo, lo mismo que ustedes, amigos de este blog. El invisible malvado que llegó para darnos guerra no puede contra los buenos sentimientos, no puede evitar que les diga lo mucho que los valoro, que disfruto y aprecio las lecturas de cada uno y que, a pesar de las ausencias, siempre habrá un instante que nos permita comunicarnos.
¡A revitalizar el amor para recibir el nuevo año con el corazón lleno de esperanza!
¡Todo lo mejor para cada uno de ustedes y para todas las personas del planeta!
¡Un gran, sincero, y afectuoso abrazo!